viernes, 18 de marzo de 2011

Pedro Varela / Cartas desde prisión: La verdad engendra odio

Una guerra es una batalla moral que tiene lugar en los templos incluso antes de que ésta estalle. Ocurre sin embargo que también existe la ausencia de esos templos o de su uso como tales. Una comunidad que va perdiendo su conexión con lo trascendente, con la excusa de “no tomar partido”, la toma de todas formas al decidirse por el más acá e ir olvidando el más allá.

Y cuando los individuos ya sólo tienen los pies sobre el suelo y se dejan de pamplinas y monsergas morales, se creen finalmente libres de “ataduras con el pasado”, emancipados de la tradición y del “opio del pueblo”.

Pero sucede que la Verdad forma parte intrínseca de lo trascendente. Si sólo es importante lo tangible, lo terrenal, lo político, caemos en aquello de que el fin justifica los medios y nos empezamos a alejar de la Verdad, siempre incómoda.

“¡Cuán cierto es que la verdad engendra odio! Y así, quienes no hablamos para congraciarnos con los demás sino que obramos y hablamos con entereza, estamos expuestos a muchos odios”, decía Fray Luis de León. (1)

Pregunto a mi compañero de celda, “Carlos, ¿qué es la Verdad?” Y me responde sencillamente: “La Verdad es una”. No es necesario filosofar más. Es una y es universal.

En mi hoja de “Tratamiento” (2) aparece la definición de mi delito: “Genocidio”, sin más. Aquí se tercia la pregunta decisiva: ¿el que suscribe es decididamente un “genocida” o no lo es? Quienes me han traído a esta prisión sin duda así deben de creerlo, puesto que de lo contrario no lo habrían hecho, ¿no?

Que no soy un genocida salta a la vista: no tengo cadáver alguno a mis espaldas, afortunadamente, ni intenciones de tenerlo. Jamás he promovido otra cosa que un auténtico humanismo.

Nos encontramos pues con dos “verdades”. La suya es una verdad política, para cuya consecución han debido seguir un tortuoso y largo recorrido que se inicia cuando un diputado conservador del PP, Ruiz Gallardón, propone en 1995 introducir una ley-bozal que equipara la discusión de un genocidio concreto supuestamente histórico con un crimen real; y quienes se supone que defienden ideas o sistemas políticos teóricamente responsables de aquellos hechos de la primera mitad del siglo pasado, sea mediante la palabra, el escrito o la mera publicación de libros, su venta o distribución, caen dentro de dicho delito, dada la absoluta elasticidad del texto elaborado al efecto y su arbitraria aplicación.

La nuestra es una verdad científica, por cuanto se basa en hechos comprobados: Pedro Varela no ha cometido genocidio alguno, nunca ha promovido nada semejante, y, a lo sumo, ha publicado las obras de autores que dudan de que algo así tuviera lugar. Otros autores han denunciado el poder en la sombra, lo que nada tiene que ver con un genocidio.

Bien, o ellos se equivocaron o yo me equivoco. Aquí nos encontramos con un problema de buena fe o mala fe. Decida usted mismo, apreciado lector.

¿La diferencia? Nosotros no obligamos a nadie a leer los libros que publicamos, ni vamos a destruir la librería de nadie, como sí hacen sus fuerzas de choque; ni confiscamos ediciones enteras y decenas de miles de libros por reflejar opiniones políticas e históricas que nos disgusten. Ellos sí lo hacen. Tampoco buscamos jueces sustitutos fácilmente presionables para conseguir la condena judicial necesaria según los deseos de la política, como ha quedado demostrado que ellos sí hacen.

Como mi compañero de celda afirma, la Verdad es una, no podemos hablar de dos verdades, sino de una única Verdad moral por un lado, y de una guerra contra la Verdad, por otro.

Mientras escribo estas líneas escucho “La Pasión según San Mateo” de Bach, la belleza de cuyo arte musical es Verdad, para cualquiera que quiera apreciarla. Y el mensaje del Salvador, lo que en alemán tradicional llamaban Heiland, es, sencillamente, la Verdad.

Por eso, quienes me tienen aquí preso tienen esta batalla perdida, porque más que servir a la Verdad, la temen y le han declarado la guerra.

Un artista, viejo amigo, Josep Antoni Martí Teixidor, (3) me hizo ver conversando sobre su lucha por el arte figurativo y por poner al descubierto a los Tapies (4) mentales, lo importante que era desear la paz a los hombres de buena voluntad, después de poner en evidencia a los hombres de mala voluntad.

Por nuestra parte, tenemos siempre presente, con Kempis, (5) que el que no desea contentar a los hombres ni teme desagradarles, gozará de mucha paz.
Notas

(1) Citado por Ramiro Grau Morancho en “Cuestiones universitarias”, citando a su vez a J. Fernández Cormenzana: “Fray Luis de León, un intelectual en el banquillo”.

(2) PIT o Programa Individualizado de Tratamiento, por el cual los centros penitenciarios intentan mejorar las posibilidades de reinserción social de los presos.


(3) Martí Teixidor es el autor, entre otros cuadros, de un enorme mural titulado “Dresde”, crítica al arte abstracto y simultáneamente, homenaje a las víctimas de la barbarie Aliada desatada contra la población civil alemana.


(4) Antoni Tapies es uno de los guardas o sacerdotes de lo absurdo y sórdido en el mundo del arte actual.

(5) Tomás de Kempis: “Desprecio del Mundo”.

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